HORARIO: VIERNES, SÁBADO Y DOMINGO DE 10:00 AM A 6:00 PM

El Museo del Coleccionista y el Museo de la Lucha Libre en el mismo lugar

 

Una zona de gran auge en la decada de los años 1980 en Tijuana ha comenzado a reactivarse, se trata de la calle Séptima y Avenida Revolución, sitio que albergó comercios muy populares como el restaurante La Costa, Importaciones Rhodesia, Le Chateau y el bar Nica Oh, los cuales cerraron, como muchos otros establecimientos, en la primera década de los años 2000.

Precisamente donde estaba ubicado el Nica Oh se encuentra desde hace tres meses, El Museo del Coleccionista de Tijuana. Se trata de un edificio de tres pisos, el cual pretende ser parte medular en la reactivación de la zona con la llegada de empresas como Cine Tonalá, Secretaría de Economía, Infonavit y la expansión de Las Pulgas, según nos cuenta Miguel Angel Pérez, copropietario del museo.

“Hay más movimiento del que había hace dos años que llegamos aquí, estuvimos ese tiempo remodelando el espacio, tuvimos que limpiar todo el edificio y algunos objetos se reciclaron y están ahora en exhibición como parte de la colección”.

Desde niño, Pérez comenzó a coleccionar objetos. Lo que para algunas personas era basura, para él representaba un tesoro. Inició con corcholatas que se encontraba en la calle, después siguió con los premios que veía en las bolsas de papas o en el cereal, fue tanta su obsesión, que llegó a completar toda la colección. Siguió con boletos de camión y tazos, entre otros, pero le inquietaba el fin que tendrían las piezas.

“Todas las personas decimos que coleccionamos, pero el problema es ¿qué va a pasar cuando ya no estemos aquí?, las podrían tirar o malbaratar, por eso pensamos en exhibir todo lo que teníamos acumulado, que las cosas ya no estuvieran guardadas sin encontrar un sentido y que cobraran vida en algún sitio, para que todos las vieran”.

Y no lo hizo solo. Durante una función de lucha libre en el Auditorio de Tijuana, conoció a Mauricio Limón Pino, aficionado a este deporte desde los ocho años de edad, época en que comenzó a guardar y coleccionar objetos que iba obteniendo en las luchas, en exposiciones y en lugares especializados en el tema.

“Empecé porque un tío me llevó y quedé enamorado de la lucha libre, en la primera función que fui, le arrancaron la máscara al Audaz y la aventaron al público, fue algo que me impactó y nunca se me olvidó”, recordó Limón.

Fue así como comenzó a coleccionar muñecos de superhéroes, cinturones, trofeos de los luchadores y los guardó en un ropero, al ir creciendo la colección tuvo que utilizar otros cuartos de su casa, y finalmente a contemplar la posibilidad de crear un sitio específico para albergar y mostrar de una manera ordenada las piezas, idea que compartió con Pérez.

Para lograr ese sueño tuvieron que viajar a la Ciudad de México, en donde visitaron museos, conocieron el funcionamiento de cada uno de ellos, y encontraron así los elementos para realizar su propio concepto. El resultado se muestra en el edificio de tres plantas.

En el primer piso está el Museo del Coleccionista, en el segundo el Museo de la Lucha Libre, y en el tercero la Sala de Usos Múltiples, la cual servirá como galería para exposiciones de arte con temáticas afines al concepto del espacio.

Casi 20 mil objetos se muestran en el museo, 6800 de ellos están relacionados a la lucha libre, uno de los deportes más importantes en México. Incluso hay máscaras detrás de las vitrinas que fueron utilizadas en algunas batallas por luchadores como El Mil Máscaras o Rey Misterio, impecablemente bien conservadas.

Todas las piezas son originales; revistas, carteles, pósters, muñecos conmemorativos, cinturones, trofeos, sillas de la Arena México y un sinfín de objetos que conforman la colección.

“Vas a ver cosas que ni siquiera te imaginaste que existieran —recalcó Limón— tengo objetos muy extraños, casi todo es elaborado de manera artesanal en México, ya que la lucha libre le ha dado trabajo y sustento a muchas personas en éste país”.

La museografía fue realizada en una primera etapa por Alejandro Loyo y posteriormente por el propio Limón, con la intención de difundir las raíces de la lucha libre en Tijuana, fomentar entre los jóvenes la pasión por este deporte, así como el conocimiento de los luchadores que han destacado.

 

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